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Los curas se pegaban buenas comilonas y bebían en abundancia. Comenta como cuando murió su abuelo, su padre les sacó coñac de garrafón y se lo echaron en cara. Cada uno de los curas que iban al funeral decía una misa antes y después concelebraban el funeral todos juntos. Al cementerio no subían todos, sino el párroco del pueblo, el sacristán y los vecinos. La fosa la hacían los cuatro vecinos más cercanos al fallecido, según ordenaba el alcalde del concejo tras cada fallecimiento. La caja la compraban en Pamplona y la solían trasladar en caballería.

secuencias de Javier Lecumberri Larrainzar